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Gise

miércoles, 13 de abril de 2011

Una noche de viernes.


Era viernes por la noche, y como hay costumbre entre los estudiantes, tocaba salir de fiesta. Yo había quedado con los de mí para después pero no iba sola; llevaba a dos amigos ya que me quedaba en el departamento de ellos y aprovechaba para presentarlos a mis compañeros, pues de uno de ellos es mi mejor amigo y habían oído mucho que yo hablara de él. 

Una vez acabadas las clases, me dirigí al departamento para dejar la ropa y todo lo que llevaba. Había quedado después de comer con algunas chicas de clase para ir de compras. Durante la comida, mi amigo me preguntó que pensaba comprar y yo le contesté que no íbamos a por nada en concreto que ya sabía que las chicas sólo nos gustaba perder el tiempo en los aparadores. Dejamos el tema pues no había mucho más que decir, aunque cuando salí del piso en dirección al metro, me dijo que si quería "fiesta" esa noche que me acordara de comprar condones. Yo le conteste que si de eso dependía, pasaríamos una larga y fabulosa noche. Siempre nos estamos picando de esa forma, los dos somos muy habladores, aunque no pasamos de las palabras, ni pensábamos ir a más. Pero esa noche cambiaríamos de idea. 
Cuando volví del shopping, encontré a los dos entrando a casa. Venían del gym (la verdad es que estaban los dos muy bien) y empezamos a arreglarnos para salir. Carlos (que así se llama mi amigo) me preguntó en plan broma, como todo, que si había comprado los preservativos y mi única respuesta fue una pequeña sonrisa que él atribuyó a un no y me dijo que para que hablaba tanto si después me “rajaba” para todo. 



Yo no le dije nada, el se fue riendo al cuarto de baño, y allí me quede yo sola pensando, y riéndome para mis adentros, pues definitivamente esa noche iba a dar para mucho. La parte que no sabía él es que habíamos ido a echar un vistazo a algunos sex-shops por pasar el rato y divertirnos, y yo había aprovechado para comprar una caja de esos condones de sabores. No pensaba usarlos, pero me encantaba la idea de cerrarle la boca. 



Estaba ya deseando que llegara la noche para ver su cara, ya que cuando le pico mucho, pone una cara de “menso” que lo hace verse guapísimo. Ah, un detalle importante; al ser su invitada, yo dormía en su cama. A el le quedaban dos opciones, o sofá o dormir conmigo, y con la confianza que había estoy segura de que sería esta última la opción elegida. 
Durante la fiesta, todo fue como siempre. Nos lo pasamos genial. La gente se prendió mucho. Estuvimos bailando en distintos antros, pero todos con un denominador común: Yo seguía picando a Carlos, como era habitual cuando nos veíamos. Bailes un tanto provocadores, miradas indiscretas puesto que llevaba un precioso escote en V que dejaba entrever mi ropa interior, una minifalda no muy corta, a medio muslo y obviamente medias que han sido siempre mi “sello distintivo”, yo lo seguía “picando” con algún meneo de caderas, susurros, abrazos, besos piadosos aunque muy sensuales, mordisquitos y por supuesto algún que otro recorrido de su cuerpo con mis propias manos. El ambiente iba caldeándose, pero creíamos que se quedaría así, como siempre. La noche acabó y nos fuimos a casa, bueno, rectifico, acabo la fiesta, porque a la noche aun le quedaba mucho que contar. 

l llegar a casa, nos pusimos todos el pijama y nos fuimos a la cama. El otro chico se acostó en su habitación y no supimos nada de el hasta el día siguiente. Nosotros nos quedamos en la habitación de Carlos, le propuse irme yo al sofá, pero me dijo que no, así que nos metimos en la camita, debajo de las sábanas empezamos a hablar sobre como había ido la noche. Sin venir mucho a cuento, me recordó que era una “habladora” ya que le había dicho que dormiría en tanga y medias y no lo había cumplido, y también por lo de los preservativos. 



En eso que me levante de la cama hacia el bolso y saque la caja. ¡Que cara me puso cuando lo vio! Estaba para comérselo a besos. Volví a meterme en su cama, y es ahí donde empezaron los comentarios picantes. Me quite los shorts del pijama, y le susurre al oído: nada de habladora, acabo de cumplir con las dos cosas que te dije. Llevaba una tanga negra un poco transparente y me paré a ponerme las medias, cuando lo vio creo que se puso un poco más enfermo si se puede. 



Nos miramos y sin quererlo ya nos estábamos besando. Cada beso más dulce y más apasionado que el anterior. Yo me encarnicé mordiéndole el labio inferior, cosa que estoy seguro que le ponía bastante cachondo. Me coloqué encima de el, para seguir besándole y que sus manos pudiesen recorrer mi cuerpo entero. Iba depilada y eso hacia que notase con sus caricias mi piel muy suave. Se centró sobretodo en mi trasero, y eso me encanta; así que hubo un momento que no pude más y le empecé a quitar el pijama. Primero fue la camisa, después el pantalón. Por fin pude ver que realmente le calentaba lo que yo hacia. Ya la tenia toda tiesa debajo de sus calzoncillos, y la verdad que prometía una velada llena de buen sexo. De ropa solo quedaba mi parte superior del pijama que no era más que un top y duró muy poco puesto, quedando así mis pechos al aire. No son grandes, pero a esas alturas de la noche tenia ya mis pezones muy duros esperando que jugasen con ellos. 



Como estaba yo arriba dominaba yo y en ese momento lo que más se me antojaba era besar ese largo pene que escondían esos calzoncillos; y eso hice. Me deslicé por la cama hacia abajo y empecé a besar, después a morder y finalmente tuve que destaparla porque ya no podía más. Quería tener todo aquello dentro de mi boca y lamerlo y succionarlo todo lo que pudiese y conseguí mi propósito. Comencé a lamer su pene muy despacio, parándome en la punta y haciendo movimientos circulares, le acariciaba los testículos mientras me introducía su pene en la boca y lo ensalivaba bien. La metía y la sacaba alternando movimientos rápidos y lentos. Quería acabar con él. A veces paraba de chupar, pero solo para subir hasta su boca y besarle, aunque pronto volvía a mi sitio. Estuve un buen rato comiéndomela entera, toda para mí. Me parecía riquísima. Con ese ritmo no duro mucho. Acabó viniéndose. Yo lo note y no pare, se vino en mis manos y después seguí succionando más y más, aunque el insistía en apartarme de su ahora muy rojo pene, puesto que no lo resistía, yo no tenia idea de quitar la boca de ella y seguía jugando con mi lengua para alargar un poco más el orgasmo. 



Después de unos minutos así, me decidí a subir para verle la cara. Por el camino recorrí todo su cuerpo besándole pues no podía resistirme. Cuando alcancé su cara, me di cuenta que parecía agotado. Definitivamente le había hecho la mejor mamada de su vida, pero no había acabado la noche, pues yo estaba muy pero muy caliente y mojada y aun llevaba la tanga y todo, y quería tener un buen orgasmo. Así de repente me dio la vuelta, quedando el encima y me susurro al oído: ahora mando yo, ni te muevas. Solo el escuchar esas palabras me empezaron a volver loca. Empezamos a besarnos con una extraña lentitud como si quisiéramos que aquello nunca acabara. 



Comenzó a palparme lo que es el escote con la yema de los dedos y bajó despacio hacia los lados, hasta posar sus palmas sobre mis pechos, deslizando sus pulgares hacia mis pezones, duros desde hacía ya un buen rato, los rozo delicadamente para finalmente hacerlos girar, pellizcarlos, morderlos y por supuesto besarlos mucho. Yo estaba que me subía por las paredes. Bajó lentamente hacia mi ombligo, el cual besó y dio lengüetazos mientras presionaba la parte superior de mi monte de Venus al ritmo de su respiración y llegó hasta mi entrepierna. Solo al tocarlo por encima se dio cuenta de lo caliente que estaba y eso le provoco una sonrisa de niño travieso, de esas que tanto me gustan a mí. 



Antes que nada me acarició y besó la cara interna de los muslos y después siguió bajando besándome mis piernas enfundadas en mis deliciosas medias, me vuelve loca el roce de sus labios sobre el fino y suave tejido de esa exquisita prenda, estuvo mucho tiempo ahí besándome las piernas y así el cuerpo entero. Me encanta que me coman a besos y él lo sabia, pues alguna vez se lo había comentado. Una vez realizado esto me quito la tanga, pues ya estaba muy mojad de tanto flujo y quedé solo con las medias. 



Comenzó un movimiento simultáneo entre su lengua y sus manos frotando suavemente mi clítoris con un dedo y pasando la lengua por él. Creía que me moría de placer. Empezó a masturbarme con los dedos, introduciendo uno, dos y finalmente tres. Mientras no paraba de lamerme y besarme, y algunas veces me daba pequeños mordisquitos. Yo ya no podía controlar mi respiración, la tenia rápida y a veces se me escapaba algún que otro gemido, aunque si no hubiese nadie más en el piso, hubiese gritado como nunca. 



Ya no podía más, quería que me penetrara, sentirle dentro de mí, todo su pene dentro de mí (ya se había vuelto a empalmar en este rato). Le tomé de los hombros y le subí arriba, cogí un preservativo de la caja, me daba igual el sabor aunque al final fue de fresa y se lo puse. Abrí las piernas casi simultáneamente, quería ser penetrada en ese mismo instante. Él se tumbo encima de mí y sin parar de besarme me empezó a penetrar, primero poco a poco, entraba y luego la sacaba, me tomaba las piernas por los tobillos y besaba mis pantorrillas, eso hacía que yo me deshiciera de placer. Estaba ansiosa por sentirle del todo dentro, y no se hizo esperar. Me penetro enseguida y solté un pequeño gemido. Me encantaba. Con ello empezó un ritmo más o menos rápido. Yo notaba que el también estaba disfrutando. Un momento después cerró mis piernas a un lado, las recargó en su pecho abrazándolas y siguió penetrándome así. Con tanto roce el placer se multiplicaba. Yo estaba a punto de llegar al orgasmo, pero debió notármelo en la cara y cambio de postura. Me puso en la posición del perrito, y empezó a penetrarme de golpe. Fue increíble, escuchaba el sonido que hacia cuando se golpeaba contra mis nalgas y eso me ponías más y más caliente. Acabe tumbándome en la cama boca abajo, todo ello sin dejar de cogerme, no podía, necesitaba que siguiese. Ahí empecé a mover también yo las caderas, con tanta rapidez y tanto énfasis que enseguida conseguimos un mismo ritmo. Esto nos llevo a ambos a un orgasmo donde por unos momentos fuimos un solo ser. 



No podía más. Fue una noche inolvidable. Eso de que tu, hasta antes de esa noche, mejor amigo sepa las posturas que más te gustan acabo siendo una ventaja para nosotros. Me hizo disfrutar y tener un orgasmo increíble. Acabamos la noche besándonos delicadamente y nos quedamos dormidos en un gran abrazo. A la mañana siguiente me despertó con un largo y dulce beso y susurrándome unos buenos días al oído. Nuestras miradas se cruzaron y unas pequeñas sonrisas se dibujaron en nuestro rostro. 



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